dilluns, 10 de desembre del 2007

Carlos Fernández Liria, "Venezuela: ¿y ahora qué?"


He al·lucinat en veure publicat a un diari d'abast estatal ("Público") aquest article del professor de Filosofia Fernández Liria. Pitjau aquí si el voleu llegir directament del diari. Jo, per si un cas, el copio i l'aferr, no sigui cosa que desaparegui... ;-)
Guillem Caldentey

En una ocasión, un periodista le pidió a Einstein que explicara en pocas palabras lo que era la teoría de la relatividad. “¿Sabría usted explicarme antes lo que es un huevo frito?”, respondió éste. El periodista asintió desconcertado. “Muy bien”, dijo Einstein, “pues entonces, explíqueme lo que es un huevo frito pero suponiendo que yo no tengo ni idea de lo que es un huevo, que en mi vida he visto una gallina y que no sé ni lo que es una sartén ni lo que es el aceite”.
Sobre Venezuela se ha mentido tanto en los medios de comunicación –y se ha mentido de una manera tan unánime y orquestada– que se ha vuelto casi imposible explicarse al respecto. Es imposible argumentar nada cuando hay demasiadas mentiras de por medio. Los que hemos intentado balbucear algo en algún debate de televisión, o los que, sencillamente, nos hemos enredado a discutir alguna vez con cualquier lector de El País o de El Mundo o con un espectador medio del telediario, hemos tenido la sensación de encontrarnos en una situación infinitamente más apurada que la de ese periodista interrogado por Einstein. Es como intentar explicar lo que es un huevo frito a alguien que sabe perfectamente que un huevo es una castaña, que considera demostrado que las gallinas son canguros, que cuando dices “sartén” entiende de inmediato “trompeta” y que por aceite hirviendo entiende helado de vainilla.
Para decir una sola palabra sobre el no a la Reforma Constitucional, ¿por dónde debo comenzar? ¿Por intentar que se respete el hecho democrático de que Chávez ganó las elecciones? ¿Por demostrar que en Venezuela hay división de poderes, libertad de prensa y libertad de expresión hasta el punto de que una cadena como RCTV, que participó activamente en un golpe de Estado y que se hizo famosa por sus llamadas al magnicidio, no sólo no ha sido prohibida ni su director encarcelado sino que está emitiendo por cable sin problema legal alguno? ¿Que el sistema de conteo de votos que los medios no han parado de denunciar como “sospechoso” ha sido legitimado por todos los observadores internacionales, incluido Jimmy Carter? ¿O intento explicar a los oyentes de la Cope que los 3.000 muertos del caracazo fueron en 1989 y que por tanto no pudieron ser, como suele decir Jiménez Losantos, consecuencia de la intentona golpista de Chávez (en 1992)?
El intento de explicar las cosas es más difícil aún. Uno lo da todo por perdido cuando se trata de hablar con gente que no sólo está completamente convencida de que un huevo es una castaña, sino que, encima, no ve ningún problema en que, al mismo tiempo, sea un huevo. Sobre Venezuela, es cierto, hace tiempo que se perdió no sólo la vergüenza sino también el principio de no contradicción. Hace ya siete años una persona culta y enterada (y que parecía, además, sincera), un ejecutivo de un banco español que hacía transacciones con Venezuela, me explicó que estaban muy preo-cupados porque Chávez era un dictador. Le pregunté que por qué estaba tan seguro de ello, habida cuenta de que había ganado limpiamente las elecciones. Dudó un momento y me espetó que “sí”, pero que era “evidente que no tenía intención de volver a convocarlas”. Eso lo convertía en dictador desde ya mismo. Si no me fallan las cuentas, en los siete años que nos separan de esta conversación Chávez ha convocado seis consultas electorales, incluyendo ésta que acaba de perder. El otro día, estuve hablando con dos colegas en la Universidad. Entre los dos sumaban tres carreras, un grado de doctor y dos oposiciones ganadas, o sea, un nivel bastante más culto que la media. Eran, por otra parte, espectadores y lectores normales y corrientes de nuestros telediarios y de nuestros periódicos. Los dos estaban sinceramente convencidos de que si ganaba el sí a la Reforma, Chávez quedaba elegido de forma vitalicia, sin necesidad de volverse a presentar nunca más a las elecciones. Es lo que habían entendido en los medios.
Ahora, el “caudillo” Chávez, el “dictador” que ha concentrado en sus manos un “poder absoluto” (El País, 3-12-2007), ha afrontado la derrota de la Reforma con estas palabras: “Ahora los venezolanos y venezolanas debemos confiar en nuestras instituciones. A quienes votaron por mi propuesta y a quienes votaron contra mi propuesta, les agradezco y les felicito porque han comprobado que este es el camino. Sepan administrar su victoria, mírenla bien matemáticamente. No es que se la doy, ustedes se la han ganado. Ojalá se olviden para siempre de los saltos al vacío, de los caminos de la violencia, de la desestabilización”. Así pues, no parece que la pregunta sea si Chávez aceptará el resultado de la consulta. La pregunta es, por ejemplo, si los medios de comunicación españoles aceptarán que Chávez la haya aceptado. Si reconocerán que todas las mentiras y más mentiras que durante años han soltado respecto de la ausencia de democracia en Venezuela no tenían fundamento. Si reconocerán ahora, cuando menos, que el sistema electrónico de contar votos era legítimo. Si aceptarán y respetarán de una vez por todas ahora –nunca es demasiado tarde– el resultado de las anteriores consultas electorales, en las que Chávez obtuvo la victoria y si, por lo tanto, dejarán de alentar desde Europa a la oposición golpista venezolana.
Desde luego, no hay motivos para ser nada optimista. La oposición venezolana no se resignará ni mucho menos a obtener de las urnas lo que las urnas le han dado. De ninguna manera se resignarán a los cinco años de mandato constitucional que todavía le quedan a Chávez. Clamarán contra la democracia que no habrá democracia en Venezuela hasta que Chávez renuncie. Y los medios de comunicación españoles seguirán jaleando. Todo el entusiasmo mediático que dio cobertura al golpe de estado de 2002 se concentrará ahora en una nueva receta: la revolución naranja.

Carlos Fernández Liria es profesor titular de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid


1 comentari:

Anònim ha dit...

És genial. Llàstima que poca gent llegeixi articles com aquest.
Del tot aclaridor.