[Extret de Derechoaleer.org]
"Todos somos piratas, de algún modo" se titula la nota de TN donde "Canela" -periodista premiada por su labor en el "fomento" de la lectura (!)- entre otras cuestiones (como la lamentable aparición de 130.000 libros) se despacha con: Todo aquel que escanea un libro y lo pone en red para que todo el mundo lo lea por internet sin autorización de quien escribió ese libro o sus herederos, también comete un acto de piratería ya que libera de derechos un bien cultural que tiene dueño. Es difícil cuantificar el daño pero es enorme y creciente y aquí, todos o casi todos, somos responsables.
"Que todo el mundo lo lea"
Escanear y subir un libro a la red para que todo el mundo lo lea, sin duda puede parecer un acto ruin y miserable, sin embargo debemos advertir a Canela que la tentación de hacer caridad con lo ajeno, puede arrastrarnos hacia prácticas piratas aun más degradantes, en efecto, hay algo peor que una persona puede llegar a acomenter con un libro "para que todo el mundo lo lea" y "sin autorización de quien escribió ese libro": donarlo a una biblioteca.
Tal como ha señalado la citada benefactora cultural —nunca está de más reiterar el concepto: poner sin permiso un libro a disposición de todo aquel que quiera leerlo claramente es un acto dañino y nocivo. De tal práctica parasitaria se nutren las bibliotecas. Ya enorme es el perjuicio provocado por cada fotocopia y escaneo, como para imaginar la magnitud del daño originado por el impune accionar de las bibliotecas, demagógicas instituciones que durante siglos y sin pedir permiso a nadie, han brindado a millones de lectores acceso a millones de libros, gratuitamente.
Cada libro prestado —y venta perdida— sin duda ha colocado más cerca del hambre y el desamparo a la arriesgada industria editorial cuya vocación de servicio y no su afán por el lucro, le ha hecho invertir sus capitales una y otra vez en beneficio de la cultura. A pesar de todo, el mundo del libro, los editores, los autores, los herederos, y "Canela" han sido tolerantes. No dejemos entonces que esta nefasta práctica originada en las bibliotecas —compartir lo ajeno sin pedir permiso—, se reproduzca en el nuevo medio digital, y veamos a cada usuario de internet transformado en impune bibliotecario, que desde la comodidad de su hogar, escanee y suba cada libro a los estantes de esta novedosa e infame biblioteca de Babel para que, Dios no lo permita, todo el mundo lo lea.
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